martes, 17 de mayo de 2011

PASEANDO POR EL ALBAYZÍN


Como no emocionarse ante tanta belleza, ante tanto sabor, ante tanto aroma centenario que nos embriaga mientras subimos por su intrincadas callejuelas. Como no sentirnos transportados a un tiempo esencial, a caballo entre la leyenda moruna y la devoción cristiana.

Mientras paseo por el Albayzín, me transporto, mi cuerpo, mis sentidos se dejan llevar por los sonidos, los olores, las visiones que se enmarcan para siempre en el alma. Cómo no entender el llanto de Boabdil, como no entender a quienes se aferran, quienes aún se resisten a alejarse de este lugar. Yo soy uno de ellos y aún me resisto. Es por ello por lo que cada cierto tiempo necesito perderme en sus rincones, necesito respirar su aire, empaparme de lo que de allí mana y regocijarme al sentirme un privilegiado que reconoce sus pliegues.

Doy gracias al cielo por volverme a permitir pasear por el Albayzín.