¡Perdona, madre España. La flaqueza
de tus cobardes hijos pudo sola
así enlutar tu sin igual belleza!
¿Quién fue de ellos jamás? ¡Ah! Vanamente
discurre mi deseo
por tus fastos sangrientos y el continuo
revolver de los tiempos; vanamente
busco honor y virtud; fue tu destino
dar nacimiento un día
a un odioso tropel de hombres feroces,
colosos para el mal; todos te hollaron,
todos ajaron tu feliz decoro.
¡Y sus nombres aún viven! ¡Y su frente
pudo orlar, imprudente,
la vil posteridad con lauros de oro!
Manuel José Quintana.
Poesías patrióticas, 1808.
No hay comentarios:
Publicar un comentario